¡Qué calor!
Las tardes calinosas cacereñas nos secuestran en nuestros hogares. Sentimos un irritante malestar, que sólo en parte se atenúa si en nuestro mismo espacio podemos disfrutar de algo con lo que refrescar nuestros recalentados cuerpos. La piscina comunitaria. La sombra amable del sauce llorón.
Pero claro, esto es sólo para aquellos que, abandonadas las obligadas tareas del curso, podemos disfrutar del verano ocioso. Otros aún tienen un tórrido epígono en sus quehaceres. Tienen que realizar pruebas extraordinarias para alumnos extraordinarios; alumnos que se enfrentan, en un esfuerzo intelectual, a pruebas en las que se juegan mucho más que una nota; alumnos a 35º C., alumnos que se licuan al mismo tiempo que sus pensamientos de tinta, en un proceso de ósmosis, pasan de sus cerebros al papel. Otros se mantienen al acecho. Aguardan embutidos en su impoluta bata blanca a que pasen ellos, conocidos o no. Con la complicidad que te ruega quien de ti necesita. Pero no te preocupes. No es tan grave. Cuídate un poco más... Otros no viven el verano, esperan el verano, porque saben que después vendrá el encuentro y así todo se fía a esa ilusión. Y, mientras tanto, el verano, que acaba de comenzar, nos castiga con sus hostiles ascuas.
Un beso para vosotras y para vosotros no